8 de octubre de 2017
Saludos
Sed todos bienvenidos en este domingo día del Señor a participar de su Palabra y de su mesa eucarística.
INTRODUCCIÓN
La Palabra de Dios que acabamos de escuchar nos habla del pueblo judío con el ejemplo de la viña: “La viña del Señor es la casa de Israel”, decíamos en el salmo. En la Biblia la viña es el símbolo del pueblo de Israel.
En la historia de la viña encontramos fidelidad e infidelidad.
LA VIÑA DEL SEÑOR ES SU PUEBLO
La 1ª lectura del profeta Isaías es un canto de amor que describe la intimidad de una relación desinteresada. Es una parábola que tiene un tono matrimonial, lleno de amor, pero también de decepción, desilusión, desencanto ante la infidelidad.
La parábola del evangelio es la aplicación del canto a la viña: los labradores representan al pueblo de Israel; los siervos enviados son los profetas enviados por Dios y el dueño es Dios mismo, siendo Jesús el Hijo enviado a la viña.
Y Jesús está aplicando la parábola de la viña a su propia historia, la historia del Hijo enviado y muerto por el propio pueblo.
La parábola es una acusación contra los dirigentes de Israel que son egoístas y traicionan a su pueblo, han matado al salvador “la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular”. (Evangelio, 21,33-43).
Ante este comportamiento el Reino de Dios se dará a otro pueblo que respete al Hijo y que dé fruto. Respeto, palabra y realidad clave. Este pueblo ha de continuar en la comunidad cristiana de la Iglesia.
HACER CRECER LA VIÑA DEL SEÑOR
Ahora somos nosotros los creyentes que formamos la Iglesia, la nueva viña del Señor. Somos los que hemos de trabajar y cultivar esta viña para que, a su tiempo, dé buenos frutos de salvación. Hemos de aportar nuestro testimonio de fe cristiana para mejorar y hacer crecer la viña del Señor.
Hay que estar atentos a los signos de nuestro tiempo, para descubrir y no ignorar a los enviados de Dios, a los profetas que Dios envía para recoger los frutos para evitar nuestra destrucción.
Cuando eliminamos de nuestra vida, de nuestra viña, a la persona del Hijo, que es Jesús, y no hacemos caso de su mensaje, estamos buscando nuestra propia ruina y la de los demás.
Cuando prescindimos de Dios de modo personal, comunitario, familiar, social, político,… entonces sufrimos y hacemos sufrir a los demás.
DESILUSION Y ESPERANZA
¿Qué hará el Señor con nosotros si no somos buenos trabajadores de su viña? Pues, sencillamente, la ofrecerá a otros labradores para que la cultiven mejor que nosotros.
Es verdad que la desilusión de Dios va creciendo al ver el comportamiento de los labradores, pero su esperanza no desfallece ya que confía la viña a nuevos labradores. Siempre existe un grupo aunque sea pequeño que es fiel y no desilusiona a Dios.
CONCLUSIÓN
Hemos de saber que no somos nosotros los propietarios de la viña ( de la Iglesia, de la parroquia), sino que su propietario es Dios y a nosotros se nos ha dado como arrendatarios que han de trabajar en ella y rendir cuentas al Señor de los frutos recolectados.
Hemos de decir con el evangelio:” Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”(Lc. 17, 7-10) y también con S. Pablo; “la paz de Dios , que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. (Fil. 4,6-9).
Hagamos nuestras las palabras del apóstol Pablo para que en nuestra labor de servicio en la viña del Señor, “tengamos en cuenta todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud. Y el Dios de la paz estará con nosotros”. (Fil. 4, 6-9)
Que la Virgen Madre de Dios y nuestra, interceda por nosotros. Y como Madre que es no permita que sus hijos nos enfrentemos y marginemos unos a otros.
Que ante la situación política que estamos viviendo en nuestro país, ponga su mano mediadora para que reine la sensatez, la cordura, el sentido común y que nuestros políticos hagan gala de ello junto a la Sabiduría y la Fortaleza.
Así sea.
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